Ya hemos hablado anteriormente sobre la importancia de tener un plan de sucesión, es decir, dejar establecido qué será de tu patrimonio después de que ya no estés. Aunque el tema sea algo que muchos prefieran evitar, recordar la inevitabilidad de la situación y ser proactivo en cuanto a tus últimos deseos se refiere te ayudará a dar paz y claridad a tus seres queridos en momentos de crisis.
Existen diferentes instrumentos que pueden ayudarte a cumplir con tu plan de sucesión. Probablemente entre estos hayas escuchado mencionar al testamento y al fideicomiso, pues ambas son herramientas frecuentemente utilizadas cuando se trata de estos temas. Sin embargo, es importante entender que aunque tienen ciertas similitudes, a final de cuentas no son lo mismo y tienen características y funciones particulares que pueden complementarse y ser cruciales al momento de organizar tu patrimonio.
La distinción principal
El testamento es un instrumento legal que entra en vigor únicamente cuando su dueño muere, mientras que un fideicomiso tiene efecto desde el momento en que se crea. Esto es debido a que el testamento está diseñado para determinar qué se hará con tus bienes al fallecer, y para ello se nombra a una persona que será la encargada de ejecutar tus últimos deseos.
Si quieres más información sobre qué es un testamento y para qué sirve, aquí puedes encontrar más información.
Por el contrario, un fideicomiso es un instrumento que puede ayudarte a distribuir tu riqueza en cualquier momento, ya sea en vida, al momento de fallecer, o incluso tiempo después de que esto suceda. En una explicación con términos muy sencillos, el fideicomiso consiste en nombrar a una persona a través de un contrato que se encargará de administrar y entregar tu patrimonio a tus beneficiarios según los términos que tú estipules.
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Ejemplos de la vida real
Una característica que es importante destacar es que cuando se trata de un testamento, los bienes heredados tienen que pasar por un proceso legal para que los beneficiarios los puedan reclamar, mientras que en el caso de un fideicomiso, todos los bienes que formen parte de éste están exentos de ese trámite, pues el fideicomiso automáticamente se encarga de administrarlos según las instrucciones que tú hayas establecido.
Ejemplos comunes de fideicomisos pueden ser los siguientes: quieres que tus hijos reciban dinero o algún otro bien en algún momento en específico, por ejemplo, que se les pague una mensualidad al iniciar la universidad, que reciban una mesada al cumplir la mayoría de edad, o que se les otorgue una cantidad específica de dinero al momento de casarse. Todas estas situaciones pueden realizarse mientras estás con vida, o combinarlas con un testamento para que el fideicomiso entre en vigor al momento de tu fallecimiento.
Existen otros factores como los gastos relacionados, trámites, impuestos y otras estipulaciones legales que ayudan a diferenciar al testamento del fideicomiso. No se trata de elegir una opción sobre la otra, puesto que ambas pueden ser mezcladas para tener un plan de sucesión mucho más claro, ágil y transparente, y por otro lado también pueden usarse por separado sin problemas.
Aunque el fideicomiso tal vez no se perciba como algo “obligatorio”, por el contrario el testamento sí debería considerarse como tal, de no arreglar uno todo tu patrimonio sería tratado de acuerdo a las leyes del lugar donde vivas y tus beneficiarios no tendrían ni voz ni voto en el tema de la repartición. Sin duda contar con estos instrumentos demuestra un alto grado de responsabilidad y brinda mejor control sobre cómo quieres que se administren todos esos bienes por los que tanto has trabajado y que te gustaría que tus seres queridos gocen de ellos sin tanto problema.
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